A PROPOSITO DE UNA INVITACION

Yolanda Chois

-No, yo no soy bueno
-Órale cabrón
-No de veras
-No que tan chingón con el lenguaje y la chingada
-No en serio, a mi no se me da mucho esto de la pirotecnia verbal
-Ándale cabrón como que quiere pero le da miedo ¡verdad!
-No, no es miedo, es incapacidad. O más bien falta de ganas porque no me entenderías
-¿Qué dijiste?
-Que en realidad eres muy limitado, y que cuando te des
cuenta ya te di tres vueltas. Porque lo que tú nosabes es que estás frente a un maestro de la dicción y la fonética, un maestro en el arte de hablar y deesgrimir argumentos, un artista de la retórica.
-Mira güey, a mi tus discursitos me valen madre. Si te crees tan chingón, apréciame a mi que soy elverdadero maestro.
(fragmento de la transcripción de la pieza de sonido Duelo)  [1]

Tirar los guantes o tirar el guante, figuras que aluden a la renuncia de una causa o al inicio de un duelo. La última convocatoria abierta por lugar a dudas en Cali llevaba como imagen del cartel a dos boxeadores idénticos en posiciones enfrentadas. La contienda en este caso, dejará al victorioso o victoriosa con una bolsa de dinero, un espacio de exhibición y el podium de ganador. He escuchado frecuentemente entre artistas de mi generación el deseo fanático de enfrentarnos unos con otros, de medirnos fuerza y pulso para encontrar al mejor. Recuerdo con intensidad la necesidad de acción, de lucha, de contacto físico que uno de mis coetáneos manifestaba en sus palabras al hablar de cómo deberían estar las cosas entre artistas, aquí en esta ciudad de guetos enardecidos, ciudad que otra artista describe como un patio de colegio en eterno recreo, donde como adolescentes los artistas vivimos riéndonos de nuestras propias payasadas.

Pensando en esa última descripción veo tres imágenes, casi al tiempo que puedo escuchar la campana de recreo que marca el receso. Un dibujo que muestra a un artista local reconocido reposando con gracia bajo un gorro de navidad; el dibujo publicado en más de 100 copias desató furia y rumores de posibles retaliaciones sobre el artista más joven que emprendió la acción… Gestos que tiran el guante, quizá temerosos de que peguen en la cara. Otra imagen: un grupo de artistas jóvenes frente a una casa donde se realizan exposiciones, gritan su intención rotunda de levantar un manifiesto que destruya lo que ahí se muestra y a quien lo muestra, porque no es arte es cualquier mierda menos arte, según la indignación en sus palabras. El afán azaroso de destrozar lo que emerge. Una tercera imagen como caricatura aparece velando la anterior: personajes que membretean sus tarjetas como presidentes, firman panfletos ardidos en odio con seudónimos petulantes, le dan la mano a los gerentes de algunas instituciones del arte que a su vez desacreditan a cualquiera que pretenda tocar las puertas de su empresa sin algún aval. Veo esas imágenes proyectadas sobre un telón de fondo: una academia de bellas artes en Cali, silenciosa, repleta de historias de años atrás sobre afrentas que se quedaron rondando en los pasillos, sin lograr jamás encontrar el espacio para asumir lo dicho, para enfrentar los desaires.

Según la tradición del duelo, si el guante era tirado a la cara ése era el signo de la afrenta, y sólo si ambos personajes pertenecían a la misma condición social se daba el duelo. Entre el dibujo del artista con gorro de navidad y los artistas indignados escribiendo el manifiesto, salvar el honor que aparentemente alguien puso en duda, se vuelve una mera cuestión limítrofe entre "quienes estén de mi bando y quienes no lo estén". Como estas situaciones hay más para enlistar, en ellas no ha existido un lugar receptivo a la crítica, y en el marco que genera estas situaciones – el campo artístico local- tampoco ha existido un impulso fuerte en generar una crítica de arte profesional, sin ser ese el tema central de este escrito son situaciones que pueden ayudar a describir la escena actual. Ambas acepciones de la palabra crítica, no han tenido aquí un lugar para cobrar sentido; me refiero a la ausencia de un impulso crítico que -para mi- se hace evidente en las relaciones que establecen la generación de artistas más reciente con sus pares, con el campo artístico y con su propio trabajo. También se hace evidente en la presencia negativa que algunos actores sociales en medio de este campo ejercen desde sus pequeños centros, actores que al hilar fino en la historia los vemos involucrados en las rencillas más absurdas y no resueltas.

Tirar el guante [ ] Hacer el cajón.
Va haciendo lo suyo la generación que no ajustó sus cuentas a tiempo, sobre la generación que hoy abre las primeras páginas de "los libros sagrados" en las academias y universidades locales. La lucha por un espacio para probar que es eso de hacer, vivir, o merodear el arte no se limita en este caso a una pugna natural entre "lo establecido" y "lo nuevo extraño", hay un pulso silencioso que se descarga, sobre los que ingenuos ven en estos lugares el espacio propicio, hasta el momento en que todo se devela tal cual es, relaciones de poder. Pero no se trata de víctimas, que no se crea que el descrédito y burla que muchos artistas jóvenes y estudiantes hacen de sus contemporáneos, responde a una competencia pueril e inofensiva que impulsa una dinámica de la crítica. No ¡a la muerte y con sevicia! El asunto generacional se va al carajo, no importa la escala, institución o procedencia, todo es susceptible de ser destruido en comentarios de pasillos, en chismes malintencionados, y en acciones con retaliaciones más notorias.

Por supuesto que sí existen propuestas que no juegan a los bandos, y me disculpo con el lector y lectora que no conozca la dinámica reciente del arte en esta ciudad, pero no me interesa hacer una lista a manera de validación, me vale decir que sí existen en este gremio- gueto enardecido, espacios cuyas propuestas superan ese tipo de rencilla común. Lo que no existe (aunque algunas revistas locales incursionan en esos predios) de manera continua, es el ejercicio de la crítica, situación que ya mencioné, las cosas suceden sin mayor notoriedad más allá de alguna noticia en prensa, que dependiendo de la escala del evento, tendrá más gama de colores, pie de páginas descriptivos, pero igual nivel de profundidad: la superficie.

Sólo duelistas
Un arquitecto caleño comenta: “dejémonos de tanto Doctor, Don, Doña que ya no aguantan más”, hablando sobre una costumbre arraigada en esta ciudad de conservar la idea de división de clase notoria hasta en el cotidiano del lenguaje, una división que me hace pensar (de manera arbitraria) en una posible réplica; un goce en mantener una división de clases entre artistas, alentado por figuras que rondan el medio y que medianamente ejercen algún pequeño poder en la escena local; una división fundada en glorias pasadas, o en situaciones conflictivas que no supieron tener un lugar para su resolución, y se transformaron en un pequeño western con incidencias reales; hay un disfrute silencioso en tener una rencilla vigente, una línea que demarcar entre los de mi bando y los que no lo están, una excusa para desacreditar todo lo que está por fuera de esa línea.

¿Qué hay en el tener un “enemigo a muerte” que resulta tan atractivo en las vendettas del arte? La invitación a escribir este texto partió de preguntas sobre las vendettas, y retaliaciones en el arte, las primera asociación que hice fue la de un duelo, un gran y último duelo, uno de película donde las afrentas de antaño encuentren un gran escenario en medio de ceibas y cañaduzales vallecaucanos. Duelo en El Topo de Jodorowky; duelo en Macbeth de Polanski; duelo y más duelos de Eastwood, y podríamos enlistar cientos. Imaginarios que vienen del cine, imaginarios que se filtran en todo, e imaginarios que por mayoría son masculinos. El duelo ha sido un lugar prioritariamente de los hombres. El duelo, tan ridículo como necesario.

Quizá valga que como gremio nos demos a un ajuste de cuentas, e incluso por sanear una historia local de las relaciones entre artistas, no el ajuste de cuentas asociado al titular de la prensa sensacionalista, hablo de un ajuste personal con el tiempo pasado, con el presente que no será menos laxo, y un ajuste con aquellas formas de impulsar lo que de manera constante y discreta, se ha estado construyendo como alternativas no institucionales a un crecimiento del campo artístico en la ciudad. Pasando la pagina del honor perdido, de la honra mancillada, de la hombría descalificada, y de la promesa de artista que algún día sefue, instalarse en el presente daría cuenta de los problemas reales, de las carencias urgentes, de los artistas en fuga por falta de un contexto, y de lo que sucede con el arte más allá del  bochinche.

Hacer los duelos pertinentes (los simbólicos, los ficticios, los idealizados) y recoger losguantes pasados de tiempo.

Yolanda Ch. R.
Cali. 7-2-11

[1] Apartes de la transcripción de la pieza de sonido Duelo. Antonio Fernández Ros. Festival deSonido, 1999. México.